domingo, 4 de octubre de 2020

DE LO DIVINO Y DE LO HUMANO EN LA ARAÑA (MÁLAGA, ESPAÑA)

 

DE LO DIVINO Y DE LO HUMANO EN LA ARAÑA (MÁLAGA, ESPAÑA)

En estos tiempos de altas tecnologías y logros científicos asombrosos, sorprende que sigan con plena vigencia muchas de nuestras señas de identidad ancestrales… aunque quizás no sorprende tanto cuando echamos la vista atrás, y comprobamos como nos hemos comportado desde el origen de los tiempos. En lo esencial no hemos cambiado tanto, en el largo camino de evolución y supervivencia. En el campo de lo que sentimos (los sentimientos) seguimos siendo bastante ancestrales. Nuestra mente lógica sigue funcionando en esa dirección, y necesitamos encontrar una explicación que aclare todo aquello que nos rodea. Queremos el equilibrio en nuestro entorno, saber cómo surgió nuestro mundo, y justificar nuestra propia presencia, y el alcance transcendental de nuestra existencia. Allí donde no llega el Conocimiento, surge la Religión. Necesitamos estar en paz con nuestro Universo. Si miramos las distintas culturas, podremos comprobar cómo el Mundo ha sido creado de mil formas diferentes, así como nuestra aparición sobre la Tierra. Nuestro deseo de transcendencia ha poblado de “cielos” y “paraísos” el mundo de los muertos, y ha estado tan presente en nuestra historia que le hemos dado un plano propio, situándolo en el “más allá”, después de la muerte.  Es un mundo en el que se suelen eliminar muchas de las miserias que tuvimos que soportar en vida, en un deseo de encontrar el equilibrio que no terminamos de hallar en “el más acá”. La forma de entregar a los muertos al mundo del “más allá” y recordarlos en el mundo del “más acá” suele reflejar algo más que las creencias religiosas. A menudo sugiere sentimientos de respeto y afectos hacia el difunto, enterrándole en sitios inaccesibles para que nada ni nadie perturbe su paz eterna. Surgen los ritos, y también en esto tenemos una variedad casi infinita, según las culturas. Pero a pesar de esta variedad, el deseo de fondo suele ser el mismo: facilitar el acceso al difunto al “más allá” y proveerle de todo lo que va a necesitar para que sea feliz.  Es en este deseo donde a veces se aprecia el sentimiento de afecto, en forma de objetos que fueron depositados para hacer placentera la vida del difunto. También en esto hay una gran variedad, desde lo más básico como la comida, a algo más superfluo como los adornos, o algo práctico como herramientas, y toda suerte de objetos que tuvieron un significado para el ser querido muerto. Son los ajuares, que se depositan junto al cadáver para la otra vida. A veces el rito se refuerza con sitios que se dedican para depositar presentes, cerca de los enterramientos. Son sitios sagrados que están en función de los muertos, aunque en ellos no se entierre a nadie, pero que les honran y les facilitan la vida eterna. El paso inexorable de los milenios suele borrar gran parte de las evidencias de los rituales del pasado… aunque a veces la suerte y el azar da una alegría inesperada al arqueólogo.

 Una de estas alegrías nos la encontramos en la Sala de las Pulseras, un panteón neolítico de la Cueva de Hoyo de La Mina, situada en La Araña, donde junto a la sala mortuoria apareció una pequeña salita – que denominamos Ante Sala – donde no se había enterrado a nadie, que fue usada como sitio sagrado para depositar regalos mortuorios. Pocas veces sucede esto, y nosotros tuvimos la suerte de encontrárnoslo. Habían depositado en honor de los muertos varias vasijas de cerámica, un hacha pulida y un molino. Todo un detalle para honrar a sus antepasados. Compartimos una fotografía del momento, y no podemos evitar las reflexiones que nos suscitó el descubrimiento ¿Cuál era la cosmogonía de estas gentes? ¿Por qué eligieron una sala casi inaccesible para depositar a sus muertos? ¿Por qué no los enterraron como era normal, dejándolos sobre el suelo rodeados de sus ajuaren?  ¿Por qué los depositaron debajo de unas estalagmitas, que fueron recubriendo a los esqueletos y a los ajuares de microscópicas capitas de calcita? ¿Fue casual? ¿Pensaban que en un lugar tan inaccesible no era probable que nadie interrumpiera su descanso eterno, y que por lo tanto no era necesario enterrarlos? ¿Qué significaba la Ante Sala en el respeto a los muertos dentro de su cultura? Muchas incógnitas que no tienen fácil respuesta, a no ser el extremado cuidado que ponían nuestros ancestros a la hora de entregar a sus fallecidos. El hecho de que cerraran la entrada general de la caverna con piedras y tierra para que nadie pudiera penetrar en ella, refuerza esta idea.

En fin… deseamos que os haga reflexionar. Nosotros seguimos poniendo flores a nuestros muertos, como ya hicieron algunos neandertales, hace mas de 40.000 años. Para pensar.

Deseamos que os guste.  

Yacimientos Arqueológicos de La Araña.

4-10-2020.



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