A VUELTAS CON LA TECNOLOGÍA
El tiempo es una magnifica atalaya para
contextualizar los avances científicos. Cuando se vuelve la vista atrás, se
aprecia mejor la evolución de estos avances, y como Cronos se va encargando de
separar el grano de la paja. Líneas y métodos que en su día parecían ser el
único camino por donde transitar para llegar al conocimiento, se van diluyendo
paulatinamente, y van siendo sustituidas por otros enfoques que a la larga se
han mostrado más eficaces a la hora de sustanciar el meollo de muchas
cuestiones.
Una de estas cuestiones que se observa
bien desde la atalaya temporal, es la acusada incongruencia que en un tiempo
estuvo tan en boga entre tecnología – que se vio relegada a la categoría de
comparsa - y tipología, que se impuso de forma casi absoluta, y de modo
insolente, influyendo extraordinariamente en los propios investigadores, a la
hora de estudiar las distintas culturas y sus clasificaciones.
Tomando como referentes a yacimientos
emblemáticos (casi siempre franceses) y los útiles-guía que les caracterizaban,
se crearon “culturas” que venían a resolver la clasificación de la Prehistoria y sus
distintos periodos culturales (Achelense, Musteriense, Chatelperroniense, Auriñaciense,
Gravetiense… y en fin, toda la lista de nombres que hoy llenan los manuales de
Prehistoria. Pero el problema no son los nombres, por más enrevesados que sean
- ¡alguno hay que tener para referirnos a los distintos periodos, y si no
fueran estos, habría que buscar otros!.
El
problema en realidad está en el concepto, y como se han ido haciendo las
identificaciones en los distintos horizontes culturales en los yacimientos, en
base a un modelo bastante cerrado que contempla a una serie de herramientas
referenciales para su atribución a tal o cual periodo. Es ya un clásico entre
las discusiones de los arqueólogos el cuestionar si en tal yacimiento existe o
no determinada cultura, en base a que su identificación se ciña a la aparición
de determinados útiles ¡Al final esto es lo que suele contar, aunque se arrope
con otros datos, que a menudo quedan como mero refuerzo!.
Este uniformismo definidor es bastante
exigente en lo particular (si existe tal o cual útil guía), y bastante laxo a
menudo con otros aspectos importantes, como el considerar que grupos
prehistóricos contemporáneos en posesión de los avances de la tecnología del
momento, pueden tener distintas necesidades de herramientas por diversos
motivos (ecosistemas, modos de vida, recursos, etc.), y por lo tanto el
pretender uniformar a todos para identificarles como “auriñacienses”,
“solutrenses” o de cualquier otra forma, es construir el edificio de la Prehistoria con
bloques prefabricados, sin adaptarnos muchas veces al terreno.
Por esto nos sorprende todavía las controversias
con respecto si en determinados yacimientos existe determinada cultura,
pongamos Auriñaciense, por ejemplo, en vez de estar analizando las características
del comienzo del Paleolítico Superior en ese yacimiento, y en todo caso cuando
llegan a la zona determinados tipos de herramientas, si es que llegan, sin
intentar extrapolar literalmente culturas de grupos alejados, que pueden haber
tenido modos de vida y costumbres y necesidades distintas.
La reflexión que a veces nos viene a la
cabeza es la de un viejo maestro de la Prehistoria , cuando afirmaba que cuando no
tenemos las cosas muy claras nos dedicamos a clasificar.
Reconociendo la importancia y la
necesidad de las tipologías, que más tarde o mas temprano terminan llegando
casi siempre a casi todos los lugares, nos es grato comprobar como se van
abriendo paso líneas de investigación que intentan análisis en profundidad a la
hora de leer el libro de la tierra, sin el corsé de los bloques culturales
prefabricados que imponía no hace mucho tiempo la tipología.
De hecho, este purismo terminó enredando
tanto las cosas, que no es de extrañar que el péndulo esté basculado hacia el
otro lado, y que frente a las marañas tipológicas, cada vez más investigadores
se están inclinando por aspectos tecnológicos (Modo1, Modo 2, etc), medioambientales,
antropológicos, etológicos, etc., como elementos identificativos – a la hora de
aproximarnos al conocimiento de los grupos humanos del pasado en un momento
dado - aunque para una mayor precisión sigan necesitando los viejos conceptos
para acotar periodos.
Quizás haría falta un nuevo enfoque, o una
nueva redefinición de las cosas… o es posible que esté surgiendo sin que apenas
nos demos cuenta, a medida que avanza la ciencia, y van ganando fuerza las que
los arqueólogos llamábamos de forma suficiente “Las Ciencias Auxiliares”, que
se están mostrando como sustanciales en el momento actual.
Hoy les mostramos una pieza del Paleolítico
Medio, perteneciente a la Colección Imanol
Reyna, que aparece en múltiples yacimientos de la provincia de Málaga (España),
en territorios y ecosistemas distintos, y también en La Araña , compartiendo
tecnología y predeterminación para la obtención de este tipo de herramienta. Se
trata de un cuchillo de dorso, idóneo para el corte, con un lateral romo sobre el que se
presionaba, y el otro lateral con un filo agudo para cortar con la eficacia del
mejor cuchillo de acero, y que sin duda debió de prestar importantes servicios
al neandertal que lo utilizó para sus necesidades en su vivir cotidiano. Esta
pieza era el resultado de la evolución tecnológica de dos millones y medio de
años, durante los cuales se fueron perfeccionando las formas de preparar los
núcleos, los planos de percusión, y la manera de percutir, hasta desembocar en
poder predeterminar las formas adecuadas para distintas herramientas, que
lógicamente terminaron siendo clasificadas en distintos tipos de útiles. Esperamos
que os guste.
Yacimientos
Arqueológicos de La Araña.
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