LA CONFUSION DEL
ARQUEOLÓGO
La Arqueología es una ciencia que se ha ido dotando
de todo un corpus de certezas a base de pacientes estudios de múltiples
investigadores de distintas disciplinas, que a lo largo del tiempo nos ha
permitido ir estructurando y reconstruyendo el pasado de nuestra especie y su
evolución, tanto física como culturalmente, y el propio medio de sus vivencias,
este planeta al que llamamos Tierra. A lo largo de este camino del conocimiento
de nuestro pasado, la tecnología y la tipología de las herramientas nos ha
permitido ir clasificando los distintos periodos culturales y su evolución en
el tiempo, y ello nos ha dado una sensación de seguridad a la hora de
identificar y clasificar la pertenencia de técnicas y sobre todo útiles a determinados
periodos culturales. Así si nos aparece una hoja de laurel pensamos de
inmediato en el periodo Solutrense. Algo similar sucede a la hora de
identificar los diferentes productos derivados de la talla de la piedra
(núcleos, productos primarios, secundarios, subproductos, etc.), que nos
permite reconstruir el proceso y en muchos casos la intencionalidad del proceso
y los avances tecnológicos. Esta tarea a permitido a los arqueólogos tener
firmes seguridades en cuanto a la restructuración del pasado, al menos a
grandes rasgos. Sin embargo de vez en cuando aparecen algunas evidencias que
vienen a confundir al investigador en aspectos que creía tener muy claros. Uno
de estos aspectos se puede presentar en la consideración de los subproductos de
la talla, especialmente de las pequeñas lasquitas (algunas de unos cuantos
milímetros), que con buena lógica, se consideran subproductos de resultantes de
la fabricación de otras piezas mayores (bifaces, raederas, etc.), y que
generalmente se ignoran como piezas individuales a la hora de acometer el estudio global, aunque pueden ser
indicativos de la actividad de la talla en el sitio.
El problema surge cuando aparecen núcleos
en donde se aprecia claramente que fueron utilizados para la obtención de
microlascas, que serian imposible de diferenciar de otras microlascas que
generalmente son consideradas subproductos, aunque tengan todos los elementos
claros. Estas evidencias son las que traen confusión al arqueólogo, sobre todo
cuando se hace la pregunta de cómo distinguir las unas de las otras, y llega al
convencimiento de que es imposible. A partir de entonces comienza a mirar con
mas respeto a estas diminutas lasquitas, consciente de que al menos algunas de
ellas es posible que procedan de un mini núcleo que fue utilizado para su
obtención, y por lo tanto fruto de un proceso tecnológico complejo, que nada
tiene que ver con un desecho industrial. En el Complejo del Humo han aparecido
ya varios de estos mini núcleos en la secuencia del Paleolítico Medio de los neandertales.
¡Y pensar que muchos investigadores les siguen considerando brutos! Hoy les mostramos uno de estos pequeños núcleos, donde se aprecian las huellas de obtención de las últimas lasquitas, y viene a mostrar que en Arqueología no hay nada definitivo, y todo es revisable. Esperamos que os guste.
Yacimientos Arqueológicos de La Araña
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