EL LENTO CAMINAR DEL ARQUEÓLOGO
Para las
personas que no están relacionadas con el mundo de la Arqueología y la
investigación, les resulta bastante chocante la lentitud de esta ciencia y sus
métodos minuciosos, hasta tal punto que es bastante frecuente los comentarios
jocosos sobre el método, cuando no directamente el chiste fácil. No se me
olvidará en la vida el que hizo un curioso del Palo, ese barrio tan malagueño,
cuando viéndonos excavar en 1983 en el Abrigo 3, no pudo contenerse y me soltó
¡Jefe, como pretenda cavar la montaña con una brocha, va usté pa largo!. La
verdad es que no supe que contestarle, porque el buen hombre tenía razón. Pero
si en la excavación la lentitud es patente, esta se puede convertir en
desesperante, cuando en la tranquilidad del laboratorio hay que actuar sobre
algunos restos, desarrollando tareas
como la de rescatar un frágil hueso de costras estalagmíticas, o de tierras tan
endurecidas casi como rocas, o recomponer el rompecabezas de un cráneo
fragmentado en mil pedazos. El Santo Job debió de ser arqueólogo, para
desarrollar tanta paciencia.
Hoy les
mostramos una de estas difíciles tareas en el laboratorio, que ilustra bien la
paciencia del arqueólogo, arqueóloga en este caso. Esperamos que os guste.
Yacimientos
Arqueológicos Cuevas de La Araña. (Foto de Olga García Sanz)
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