Casi siempre
que se acomete el estudio de un yacimiento arqueológico o de una zona de gran
riqueza patrimonial, se suele abordar el estudio geológico y geomorfológico,
por la gran importancia que tiene el conocer la evolución del territorio en
donde se desenvolvieron los grupos prehistóricos que nos dejaron muchos los
restos materiales de su cultura, y a veces sus propios restos, cuando aparecen
esqueletos de los autores que la produjeron. Además del escenario de sus
andanzas, no es menos importante el conocimiento del medio ambiente que les
tocó disfrutar o padecer, tanto en los aspectos de clima, flora y fauna, ya que
ello nos ilustra sobre elementos importantes con los que tuvieron que convivir,
y que en gran medida condicionaron sus vidas.
A nivel geológico,
La Araña cuenta
con una serie de escamas calizas (la mayor parte jurásicas y algunas eocenas),
que se superponen a un gran paquete detrítico del Permo-Trias, siendo gran
parte del conjunto modelado por la erosión. En el modelado del territorio, la erosión
marina a sido determinante, a la hora de identificar y reconocer los
principales hitos, con tres paleoacantilados marinos (Inferior, Intermedio y
Superior) y dos rasas marinas (del Candado-Araña y de La Cantera Principal ),
que definen la geomorfología del área.
Hoy les
mostramos una fotografía del Complejo del Humo, donde se aprecian algunos de
los hitos: el Paleoacantilado Inferior, La Rasa de La Araña y el Paleoacantilado Intermedio. Pero además
se puede apreciar de forma explicita otra cuestión de relevancia: la
importancia que tienen los acantilados para la conservación de algunos
endemismos. En la fotografía se intuye como hasta tiempos relativamente
recientes la Rasa
de La Araña fue
roturada para la agricultura de secano, confirmada por la existencia de una era
empedrada para la trilla de las mieses. Estas actuaciones antrópicas y otras
varias, relegaron a ciertos endemismos prácticamente a los acantilados, que
eran las únicas zonas no utilizadas, y en donde se refugio la flora endémica. Cuando
se deja de practicar la agricultura, y el área deja de ser utilizada
sistemáticamente, comienza la expansión de la flora que hasta entonces había
estado confinada en el farallón rocoso. Se puede apreciar como los manchones de
Maytenus senegalensis comienzan a
colonizar la superficie del cultivo de antaño para el secano, partiendo de los
acantilados. Es una grata realidad, que nos permite ver a estos farallones, no
solo como simples desniveles abruptos, sino como antiguos guardianes de
endemismos protegidos, que debemos seguir protegiendo, para que especies como
el Maytenus senegalensis que
conocieron los neandertales, hace 120.000 años, pueda seguir existiendo en un
futuro, como una de nuestras joyas botánicas, que además es un indicador
climático, junto a otros como el acebuche.
Yacimientos
Arqueológicos de La Araña
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