EL DEAMBULAR DE LA ESPECIE.
(HOY CONVERTIDA EN LA DESESPERACIÓN DEL
REFUGIADO)
Detrás de cada refugiado siempre
hay una persona que huye de algo peligroso que deja atrás, a menudo tan
peligroso como la guerra, la falta de libertad, la persecución, la opresión, la
tiranía, la integridad física o incluso la muerte. Otras veces simplemente
huyen de una realidad insufrible para su vivir cotidiano, como resultado de padecer
día a día muchas de las lacras mencionadas, a la que tendríamos que sumar el
hambre. Parece mentira que en el prepotente mundo del siglo 21, haya gente que
muera de hambre en el planeta Tierra. Cuando estas situaciones asolan países enteros, las
personas se convierten en multitud, y así nos hemos acostumbrado a percibirlas:
como multitudes. Multitudes en las que se diluyen las personas que huyen como
pueden de una situación hostil de la que quieren escapar, que a veces sacuden
nuestras conciencias primermundistas, sobre todo cuando nos golpean con la imagen
de un niño ahogado en una solitaria playa, o las inhumanas condiciones que soportan
para realizar tan peligrosa huida, hacia un mundo que ellos suponen humanitario,
sobre todo en la civilizada Europa. ¡Pobres refugiados ¡ Están descubriendo en
sus propias carnes la cruda realidad, pagando un altísimo precio en vidas y en
sufrimiento. En esta Europa de mercaderes y banqueros que nos han colado con
vaselina sin darnos cuenta, las viejas ideas de libertad, igualdad y
fraternidad que inspiraron la revolución francesa, no parecen tener mucha
cabida. Todo lo contrario, las escusas
para desentendernos del problema es un compendio del egoísmo humano. Cuando el egoísmo
se cobra vidas, y atenta contra la Humanidad, muestra la peor cara de nuestra
sociedad. Esperemos que cambie por otra más hospitalaria, que deje de ver
multitudes amenazantes para ver personas que sufren y que necesitan de nuestra
solidaridad. Al fin y al cabo la solidaridad es otra cualidad muy humana.
Yacimientos Arqueológicos de La
Araña
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